¿Alguna vez has estado triste y te has tomado un helado? ¿O has estado toda la tarde estudiando y comiendo cada 5 minutos? Aunque no lo creas, esto tiene una explicación, y es que la comida y nuestro estado de ánimo tienen una relación más estrecha de la que pensamos.
Es un error pensar que comemos únicamente porque tenemos hambre, nuestras emociones y necesidad de placer influyen en nuestras decisiones a la hora de elegir qué, cuándo y la cantidad que comemos. Esta es una de las razones por las que las personas que padecen de depresión o ansiedad tienen una mayor probabilidad de desarrollar trastornos alimenticios debido a sus cambios dietéticos. Esto no quiere decir que al estar deprimidos, o al estar tristes decidamos no comer o comer mucho, cada persona actúa diferente, pero a grandes rasgos, ante un suceso negativo, la frustración, tristeza o depresión, perdemos el control sobre lo que comemos. Aquí es donde entran los carbohidratos, en concreto los refinados.
Cuando uno está triste no piensa “quiero comer una tostada de pan 100% integral y un plátano” sino que siente el impulso de comer azúcares refinados, es decir un donut, helado, bollería, chocolate con alto contenido de azúcar, debido a su efecto placentero. Por tanto cuando sentimos emociones negativas tendemos a comer estos alimentos produciéndonos un estado de relajación y placer instantáneo, liberando una cascada de hormonas estimulantes.
Pero la realidad es que los hidratos complejos, como los que posee la avena y otros cereales integrales también nos ayudan a sentirnos mejor, de hecho una alimentación basada en hidratos de carbono complejos en su proporción adecuada respecto a las proteínas y las grasas, nos proporciona un bienestar más duradero. Para entendernos, es como el café y el té, el café tiene un efecto rápido que nos causa una sensación de nerviosismo y energía, sin embargo no está dosificado como es el caso del té, que nos proporciona un efecto estimulante más duradero.
Pues con los hidratos pasa igual, comer un donut te dará mucha energía , en torno a unas 300-400 kcal, pero al ser refinados y simples se absorberán al ser ingeridos ya que no hace falta hidrolizarse. Lo mismo pasa con la sensación de felicidad, sentirás que estás saciado y excitado durante unos 45 minutos y luego volverás a sentir irritación y ganas de comer. La consiguiente frustración e incluso sentimiento de culpa pueden empeorar estados mentales de ansiedad o depresivos.
En conclusión, un consumo alto de azúcar en la dieta no solo se traduce en riesgo de obesidad, diabetes o enfermedades físicas, sino que también pueden afectar a la evolución de trastornos mentales, crear adicción y por tanto un desajuste en nuestro estado de ánimo.
Bibliografía: https://psiquiatria.com/bibliopsiquis/volumen.php?wurl=la-influencia-de-lo-que-comemos-en-nuestras-emociones
https://www.institutotomaspascualsanz.com/la-alimentacion-emocional/
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